Este es el relato de cómo aconteció el Décimo Cuarto Encuentro Hispanoamericano de Escritores “Las horas de junio” Tributo a Carlos Monsiváis, en Hermosillo, Sonora, los días del 25 al 28 de junio de 2009 y de cómo participaron las poetas chihuahuenses en esta celebración…y sobrevivieron en el intento.
La convocatoria a Las joras de junio, empieza a circular por allá del mes de marzo, en realidad, ya todo mundo sabe que “las horas” son en junio y los escritores que hemos participado empezamos a preguntarle a Raúl Acevedo -entusiasta organizador de este evento y además un ser humano excepcionalmente cálido y encantador-, por las fechas del encuentro que tiene ya 14 años llevándose a cabo y reúne a muchísimos escritores de toda la república y de Latinoamérica, pero principalmente, participan escritores de Sonora. Por supuesto ya se ha extendido su fama hacía otros países y se ha convertido en un encuentro internacional, pero conserva su nombre como Encuentro Hispanoamericano de Escritores “Las horas de Junio”, obvio que el primer homenajeado fue Carlos Pellicer autor de Las horas de junio.
Para asistir a este encuentro, que es muy abierto y plural, necesitas comunicarte con Raúl, que es también es funcionario de la Universidad de Sonora y preguntarle si puedes asistir, pues depende de la cantidad de participantes que haya la posibilidad de estar ahí. Este año, fuimos invitadas Lilvia Soto, que ya es hija adoptiva de Sonora, Olimpia Badillo, Susana Flores y yo. Olimpia desgraciadamente no pudo asistir por cuestiones de trabajo. Originalmente habíamos planeado viajar con Lilvia desde Casas Grandes a Hermosillo, lo cual no fue posible por cuestiones familiares de Lilvia, por lo que Susana Flores y yo decidimos viajar en camioncito. Salimos a las 4 y media de la mañana vía Chihuahua-Tijuana, teníamos que bajar en Santa Ana, Son y de ahí a Hermosillo. Viajamos todo el día, Susanita de las Cuevas (Flores) es una compañera hermosa y muy divertida, por supuesto que en todo el camino no cesamos de conversar y a ratos dormíamos un poco, el camino no fue pesado porque el camión iba medio vacío y podíamos ocupar dos asientos y estirar las patitas. Aprendiendo de Lilvia, llevamos algo para desayunar en el camino, pero tuvimos que bajar a comer en Janos, en un restaurantillo de medio pelo que cobraba como si fuera el Ritz. Así entre que durmiendo, platicando y conociendo los desiertos de Chihuahua y Sonora, llegamos a Hermosillo como a las 6 de la tarde, o sea que las once horas que nos dijeron que se hacían desde Chihuahua a Hermosillo se convirtieron en ¡¡14!!
Nos hospedaron en el tradicional Hotel Kino, que ya es nuestra segunda casa en Hermosillo, un hotelito viejo, en el centro de la ciudad, muy cerca de la sede del encuentro que es la Sociedad Sonorense de Historia, así que puede una ir caminando. El primer día, muy temprano, nos recibió la amable presencia de Coyito, la encargada en el encuentro del hospedaje y la alimentación de l@s poet@s, y nos entregó nuestros boletos para los desayunos que haríamos en el restaurante del hotel. Como hacía mucho calor, decidimos tomar un taxi para llegar frescas a nuestro primer día de encuentro, ¡oh, sorpresa!, los taxis aumentaron del año pasado a este el 100%; fue el único día que llegamos en taxi, los otros, nos tomamos nuestro tiempo e íbamos caminando despacito, cargando con nuestros abanicos, porque ese calor de Hermosillo te marchita en un santiamén. No menos de 38º C los días más frescos, ni más de 48ºC los más calurosos. Sol radiante todos los días, eso si en la sala donde fueron las lecturas, había una refrigeración a todo vuelo, teníamos que llevar algo para taparnos, porque a poco de estar ahí, empezábamos a congelarnos, cada hora teníamos que salir para quitarnos el frío y volver a entrar a los cinco minutos porque hacía un calor infernal ahí afuera.
El reencuentro con los amigos de Sonora es siempre emocionante y reconfortante, esto es lo más hermosos de estos eventos, volver a ver a l@s amig@s con los que compartimos esta aventura de la poesía y la alegría es intensa. Raúl Acevedo es un magnifico anfitrión, así como todo su equipo. El ambiente en este encuentro es verdaderamente delicioso, hay una camaradería única, producto de muchos años de trabajar y navegar juntos por los azarosos caminos de la cultura y lo más relevante es que asisten, en primer término, los escritores locales que son un montón; son muy unidos y como organizadores todos participan y hacen su tarea, no dudo que haya peleas, desacuerdos y dificultades, como en todos los encuentros y en todos los lugares, porque sabemos de que l@s poet@s son muy temperamentales, pero a la hora de la hora, sí hubo problemas ni me acuerdo, porque todos jalan al parejo y participan como uno y atienden a los invitados como si fuéramos propios. Los sonorenses son muy cálidos, y como público, excepcionalmente atentos. El nivel literario del encuentro es de lo mejor, por lo que es verdaderamente un privilegio y un agasajo participar en él.
A Susana y a mi nos tocó leer en la misma mesa de lectura, la número 11, en la cual estaba también Lilvia, pero ella aún no llegaba y la trasladaron a otro horario a la mañana siguiente. Este año hubimos 200 participantes por lo que la cantidad de mesas fue de más de 25 en los tres días. Así que fue una lectura tras otra, pero nunca nos aburrimos porque esta celebración de la palabra es una fiesta única. Otra de las características en este encuentro es que la mayor parte de los participantes son varones, a diferencia de los encuentros en Chihuahua en los que hubo siempre más mujeres, (excepto en los primeros encuentros de Cd. Juárez) y además hay en Sonora una generación nutrida de poetas, nacidos en la década de los 40s, casi inexistente en Chihuahua.
La mesa de libros, estuvo muy rica e interesante, y por más que lo intentemos, nunca podemos dejar de regresar a casa, cargadas de poesía, agregando a nuestro equipaje como 5 kilos al menos. Las comidas fueron en Vip’s, muy ricas por cierto. Los eventos alternos al encuentro, también estuvieron atractivos y variados, hubo de todo, exposiciones de pintura, conciertos, música popular, jazz, etc., cenas en La Matraca y este año nos reencontramos con Jorge Durazo, hombre de teatro, artista multifacético y extraordinario que fue nuestra grata compañía. Estuvieron entre los escritores más conocidos, Rossina Conde, Armando Vegagil (integrante del grupo rockero Botellita de Jerez) Armando Manz, Alejandro Aguilar, nuestra amiguita Mara Abdalá, Brandon Cesmat, Antonieta Villamil, Fidelia Caballero, los niños Macías Esparza de Cd. Juárez, Francisco Luna, Casildo Rivera, así como poetas de Irak, Uganda, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Cuba, Venezuela, Bolivia, de varios estados de la república y de todos los municipios del estado de Sonora y por supuesto el homenajeado Carlos Monsiváis, que no llegó en la fecha y hora previstos, sino hasta el día siguiente porque tenía una seria alergia provocada por sus gatos, (es gatófilo como yo ¿Qué lindo verdad?) y como siempre su presencia es refrescante. Este año se instituyó el galardón “Por mi madre, bohemios” el cual será entregado en adelante a los homenajeados. El año que entra posiblemente se trate de Saramago en los 15 años de este encuentro.
Fuimos testigos de la marcha de protesta pidiendo justicia por el caso de la Guardería ABC, no saben que impresionante. Más de 12,000 personas caminando en silencio al ritmo del tambor, vestidas de blanco, con fotos gigantes de los niños fallecidos; padres, hermanitos, abuelos, amigos, familiares, vecinos, todo mundo solidariamente marchando en orden a la plaza de armas para pedir que se cumpla con el castigo a los responsables.
El domingo, el último día del encuentro, viajamos a Bahía de San Carlos, en donde se realizaron las últimas mesas. En éstas generalmente participan los más jóvenes y es un jolgorio desde que salen los camiones hasta el regreso a Hermosillo ya por la noche, porque los muchachos cargan los camiones con cerveza y por supuesto se pone de lo más divertido. Como es a nivel del mar nadie se emborracha, por lo que es puro recreo. Todo mundo íbamos felices como niños; el mar nos atrae por algo atávico, pero no pudimos entrar al agua porque había “aguamala” en montones, dos de nuestros compañeros tuvieron que ser llevados al hospital porque se pusieron bien mal por el veneno de estos bichos que son como globitos azul turquesa y parecen de dulce, en inglés por cierto se llaman “jelly fish”.
De regreso, tuvimos que esperar todo un día, salimos hasta el lunes a las 8 de la noche porque casi no hay corridas de Hermosillo para Chihuahua, ahora sabemos porque hay tan poco intercambio cultural entre Sonora y los demás estados del norte, la Sierra Madre es una barrera geográfica casi insalvable. Se suponía que el camión era “de luxe” con baños para niñas y para niños, asientos cómodos con extensiones para reposar las patitas, pero resultó una aventura increíble. Hicimos 18 horas de camino, primero nos tocó un retén del ejército, de esos que hay en las fronteras, en donde te bajan con tus maletas y te revisan hasta los dientes, y luego el camión paro en todos los pueblos y ciudades habidos y por haber. Llegamos con los pies como de elefante y totalmente hastiadas y malolientes (nos tocaron los asientos 29 y 30) imagínense los aromas a las 8 horas de viaje, y a las 18 ya pedíamos esquina y todavía Susanita tuvo que viajar dos horas más para llegar hasta Parral.
En resumen estos viajes son para refrescar el espíritu y salvarnos del tedio y la decepción cotidianas. Renuevan el ánimo, nos convierten en seres completamente felices y realizados y nos permiten sobrevivir hasta que nos encontremos nuevamente. Aterrizamos en plena efervescencia política, tanto allá como acá, esperando que los resultados no fueran desalentadores. Al menos para mí no lo fueron, pero es lo bueno de este cuento. Somos plurales y tolerantes, así que hoy por mí, mañana por tí.
Brujitas, las quiero, no dejen de escribir. Maga
Chihuahua, Chih., Julio de 2009.
miércoles, 8 de julio de 2009
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